Las inundaciones y el manejo integral de los recursos naturales
Tala indiscriminada-eliminación de humedales-escurrimiento interrumpido de agua
Mientras la Ley de Bosques espera ser reglamentada por las autoridades provinciales, el proceso de exterminio de reservas y bosques nativos o centenarios continúa sin prisa ni pausa, mientras las autoridades ambientales miran para otro lado…
En Hudson, por ejemplo, el mega emprendimiento inmobiliario Greenville continúa cambiando la geografía del lugar: movimientos de suelos, lagunas artificiales y grandes arboledas exterminadas por el paso de topadoras, dan cuentas que en nombre de la modernidad y el contacto con la naturaleza, se quebranta el medio ambiente.
Desde hace unas semanas, el poder de Greenville quedó evidenciado al desempolvarse un viejo proyecto de unir los countries ubicados al oeste de la Estación de Hudson con la autopista Buenos Aires-La Plata. Para ello, deberán arrasar con espacios verdes, que en algunos casos fueron mantenidos y cuidados por los mismos vecinos.
Tal es el caso de un pequeño y coqueto pedazo de tierra ubicado en 63 y 165, donde un vecino, Miguel S., resiste atado con cadenas a “sus” árboles, para evitar que las topadoras pasen por arriba de los ceibos, eucaliptos, Sina-Sina, laurel y demás especies plantadas por los mismos vecinos. “Antes de sacar un árbol, me tienen que sacar a mi”, le dijo Miguel S. a integrantes del Foro Regional en Defensa del Río de la Plata, la Salud y el Medio Ambiente.
En la zona costera de Avellaneda y Quilmes, se dio un proceso similar de eliminación de espacios naturales, con los mismos argumentos utilizados por Greenville: la creación de exclusivos countries y potenciar el negociado inmobiliario, solo que en esa zona es la multinacional Techint la que esta en el ojo del huracán, con su proyecto “Nueva Costa del Plata”.
Las fotos de la zona costera de Avellaneda y Quilmes arrasada por las topadoras, que acompañan esta nota, no dejan lugar a dudas… aunque afortunadamente ong’s y vecinos interpusieron un recurso de amparo para frenar la sangría de humedales y selva marginal, cosa que lograron, por ahora.
Estos casos testigos de la región dan cuenta de los últimos datos oficiales disponibles en materia de deforestación: según la Secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, entre 1998 y 2006 se arrasaron bosques a razón de 280 mil hectáreas por año, o sea, una hectárea cada dos minutos.
Mientras tanto, continúan los coletazos por las últimas trágicas inundaciones, que dejaron más de medio centenar de muertos, donde la radicalización del clima, debido al cambio climático, parece ser la responsable de la tragedia… Claro, es mejor echarle la culpa al clima, que no puede defenderse, que hacerse cargo de las decisiones incorrectas tomadas desde lo más alto del poder político.
El escurrimiento natural de las aguas -es de oeste hacia el este, para terminar en el Río de la Plata- es interrumpido por los rellenos autorizados “desde el poder” para la edificación de carísimos barrios cerrados; el agua que antes era “contenida” por cientos de hectáreas forestadas ya no tiene quien las absorba y contenga, porque no tiene un solo árbol; los humedales, zonas de recarga del acuífero Puelche, ya no serán reguladores de procesos hidrológicos, porque fueron rellenados a medida de los countries y barrios cerrados; se edifica en las cuencas de los arroyos que, tarde o temprano, serán inundados…
La solución es el manejo integral de los recursos, teniendo en cuenta no solo los ciclos de inundaciones sino también los de sequías, saneando y liberando las cuencas de los arroyos que desembocan en los ríos, para permitir su rápido escurrimiento, además de forestar zonas inundables, para permitir que el arbolado evapo-transpire alrededor de 100 litros de agua diaria por especie de más de 30 metros de porte, entre otras medidas.
El concepto de manejo integrado de los recursos fue utilizado por el naturalista Florentino Ameghino, quien a fines del siglo pasado publicó su estudio “Las secas y las inundaciones en la provincia de Buenos Aires” (1884). 129 años después de su publicación, las soluciones se hacen esperar, mientras las víctimas se cuentan de a cincuenta.