En silencio, y en medio de la pandemia, el planeta se sigue destruyendo.
El covid-19 ha desnudado y agudizado las desigualdades sociales y económicas, haciéndolas más insostenibles, duras e insoportables para el sector social que las repudia y lucha contra ellas. Es decir, que la pandemia ha logrado que se visualice, aún más, la pobreza, el hambre y la miseria (alrededor del 60% de las niñas, niños y jóvenes viven en la pobreza). La contaminación ambiental por falta de saneamiento provoca que el 47% de los chicos/as vivían (datos previos a la pandemia) en riesgo ambiental-sanitario, y según la UCA estas cifras han aumentado.
También ha puesto en mayor evidencia las miserias de la raza humana (la discriminación, la xenofobia, la falta de solidaridad).
Mientras nos entretienen con desinformación acerca de la pandemia y crece el circo mediático que confunde, atemoriza y despierta las mayores bajezas humanas, un problema sin precedentes en la historia de la humanidad evoluciona rápida y silenciosamente: la destrucción masiva del planeta y la acción destructiva de la naturaleza, en todos los niveles.
Pocos ciudadanos saben, (porque la gran prensa lo oculta) que los océanos se están acidificando y quedando sin oxígeno, que sufrimos una extinción masiva de insectos y otras especies imprescindibles para la vida y que aumentan las plagas de especies y microorganismos destructivos y peligrosos. Tampoco que el Ártico se está deshaciendo más rápido de lo previsto. A principios de junio de este año la temperatura ha llegado a 30ºC en el ártico del norte de Rusia. Poca gente sabe que el permafrost (la capa de subsuelo de la corteza terrestre que se encuentra congelada de manera permanente) se está deshaciendo y soltando toneladas de gas metano, que junto con las altas temperaturas provoca incendios imparables. Que según Greenpeace recientemente hemos llegado a unas concentraciones de CO2 que no se daban desde el Mioceno, hace 23 millones de años,
Lo que si hace la prensa hegemónica es entregar información de color: como que según la Nasa a la atmósfera se la ve más transparente, o que se vieron delfines en Venecia, o peces en el riachuelo y a su vez las redes se inundan de videos donde se ve a distintas razas de animales cruzando rutas o autopistas (sin explicar porque).
Cada vez hay más datos y consenso científico alertando de que ya no podemos perder más tiempo y se debe actuar urgentemente y de manera contundente. Que ya no podemos volver a la normalidad, que solo podemos decrecer. Pero esto no sale en la tapa de los diarios, ni se informa (salvo excepciones) en notas en el interior del mismo. No hay interés por parte del sistema de frenar esta loca carrera hacia la destrucción y nos entretienen con figuritas de colores.
Entonces como dicen Maristella Svampa y Enrique Viale en su artículo “Nuestro Green New Deal”: El colapso provocado por la pandemia abrió un portal para discutir el futuro en Argentina y el mundo. Y agregan ¿Cómo construir una agenda capaz de poner en jaque a un capitalismo que solo propone más desigualdades y caos?”.
Nosotros nos preguntamos ¿seremos capaces de ello o todo volverá a la vieja normalidad?, como es de prever. En el mundo, en la Argentina y en Berazategui también, y seguirá el desmonte a los niveles de lo sucedido durante la pandemia, (entre el 15 de marzo y el 31 de mayo en Argentina se desmontaron más de 14.900 hectáreas, según reveló Greenpeace en base a su monitoreo).
¿Seguirá siendo Vaca Muerta y el fracking la panacea económica del país?, al igual que la minería a cielo abierto.
O En nuestro caso cercano. Nadie va a parar la destrucción del bosque, los humedales y la selva marginal de Hudson para beneficiar los grandes negociados inmobiliarios.
De que nueva normalidad están hablando.