EL PLANETA ESTÁ EN ALERTA ROJA
El permafrost, subsuelo helado de las zonas más boreales y de las montañas más altas del planeta, era un término masivamente poco conocido hasta que con la ola de calor y los incendios forestales de los dos últimos veranos en amplias zonas cercanas al círculo polar, como Alaska, Escandinavia y Rusia, empezó a aparecer en los medios de comunicación.
Las alarmas por los incendios dieron pie a que se divulgaran recientes estudios científicos que demuestran que el permafrost se está descongelando aceleradamente a causa del aumento de la temperatura atmosférica.
Concretamente el planeta está perdiendo un elemento clave en el equilibrio medioambiental y en la lucha contra el incremento de los gases de efecto invernadero.
Las temperaturas del permafrost han aumentado a niveles récord desde 1980 y los científicos previene de que esta capa helada de las zonas árticas contiene entre 1.460 y 1.600 gigatoneladas (mil millones de toneladas) de carbono orgánico, casi el doble del carbono que hay actualmente en la atmósfera. De consumarse su pérdida, se puede acelerar el calentamiento atmosférico a niveles imprevisibles.
El carbono que guarda el permafrost reside en la materia orgánica, compuesta principalmente por plantas muertas acumuladas a lo largo de los milenios y conservadas gracias al frío. Al descongelarse, esta masa vegetal se descompone y crea un fango que libera dióxido de carbono (CO2) y metano (CH4). Este último gas es el más nefasto para el calentamiento atmosférico.
Otro elemento a tener en cuenta es que la extensión del permafrost es enorme: entre el 20 y el 24% de la superficie terrestre, principalmente en Alaska, Canadá, Groenlandia, Escandinavia y Rusia.
Los científicos advierten de que un aumento global de la temperatura de unos 2ºC sobre los niveles preindustriales, supondría la pérdida de un 40% de la superficie ocupada por el permafrost. La situación es preocupante. El descongelamiento ya empezó.
Una amplia zona del círculo polar ártico está alcanzando temperaturas cercana a los 45º centígrados. La población de Verkhoyansk, que se encuentra a 4660 Km al norte de Moscú y tiene temperatura de -67º C ha registrado por primera vez 38 grados.
Las temperaturas en el círculo polar ártico llevan meses pulverizando todos los registros llegando a superar, en amplias zonas los 10 grados de aumento.
Las consecuencias no se hacen esperar, los incendios ya son 10 veces más fuertes que en 2019 por estas fechas. Con el descongelamiento afloran animales muertos-congelados y los científicos alertan de que podrían reactivarse virus y generar epidemias. La antigüedad del permafrost ha hecho que contenga entre su materia orgánica una amplia variedad de bacterias y virus, microorganismos que han sido conservados gracias a la baja temperatura, la falta de oxígeno y la oscuridad. Biólogos de Universidad de Aix-Marseille, en Francia han descubierto fragmentos de ARN (ácido ribonucleico) del virus de la gripe española de 1918 en cadáveres enterrados en fosas comunes en la tundra de Alaska, y afirman que probablemente los microorganismos causantes de la viruela y la peste bubónica también estén enterrados.
Lo que hagamos o no en los próximos 10 años definirán el futuro de la vida en la tierra durante milenios. Nunca ha sido tan importante obligar a los países centrales a detener el calentamiento global antes de que sea demasiado tarde. Pero también debemos obligar a los gobiernos de países con menor responsabilidad a que tengan una posición más clara y contundente y tomen medidas en esa dirección. Teniendo claro, que las responsabilidades no son de todos por igual, también hay que tener claro que cualquier batalla por pequeña que sea contribuye, por eso seguimos defendiendo los boques y humedales nativos. Seguimos reclamando la Ley de Humedales. Seguimos exigiendo poner fin al uso de agroquímicos. Seguimos reclamando terminar con la minería a cielo abierto. Seguimos peleando contra el fracking.
La crisis del Covid-19 ha demostrado lo que se puede hacer para afrontar una emergencia. Es hora de exigir la misma contundencia con la emergencia climática y ecológica.