22 de abril. Día Internacional de la Madre Tierra

Un estudio desarrollado por diversas organizaciones internacionales, demuestra cómo en los últimos 30 años, alrededor del 30% de las regiones naturales del planeta se han venido deteriorando en forma alarmante, período durante el cual se ha incrementado la presión humana sobre los recursos naturales y el ambiente hasta en un 50%.

Esto ya se sabía cuando en el 2009 la Asamblea General de la ONU decidió designar al 22 de abril como Día Internacional de la Madre Tierra y fiel al estilo burocrático, y casi pueril que la caracteriza, en su resolución dijo que reconociendo que la Tierra y sus ecosistemas son nuestro hogar, y que estaban convencidos de que se debía promover la armonía con la naturaleza y la Tierra, “invitaban a todos los Estados Miembros, las organizaciones del sistema de las Naciones Unidas, las organizaciones internacionales, regionales y subregionales, la sociedad civil, las organizaciones no gubernamentales y las partes interesadas (¿qué habrán querido decir con esto?)a observar el Día Internacional de la Madre Tierra y crear conciencia al respecto”. 

De esta manera la ONU, una vez más aparece formalmente como preocupada por el ambiente a escala mundial, la pregunta de siempre es qué hace las Naciones Unidas en realidad para generar pactos a escala mundial y encontrar verdaderos caminos para que se respeten y ensanchen los empobrecidos acuerdos entre países. No se resuelve la cosa haciendo suya la fecha en que el senador estadounidense Gaylord Nelson, instauró este día para propagandizar que buscaba crear una conciencia común en la principal potencia imperialista y principal responsable y protectora de la mayoría de las empresas que agraden sistemáticamente la vida en el planeta. 

Es esta fecha una de las paradojas más grandes en los temas ambientales: del principal país agresor nace la idea de la protección.  

“Este año –dice la ONU el Día de la Madre Tierra se centrará en las ciudades verdes, con el objetivo de movilizar a millones de personas para lograr un medio ambiente saludable y sostenible”, y en su mensaje el Secretario General, Ban Ki-moon hace “un llamamiento a que todas las personas del mundo alcen su voz y hablen en nombre de este planeta, nuestro único hogar. Cuidemos de la Madre Tierra para que esta pueda seguir cuidando de nosotros como lo ha hecho durante milenios”. Este mensaje debe acompañarse de hechos, sino, en el mejor de los casos no es más que un simple deseo. 

¿Es que las Naciones Unidas hacen un llamamiento a todos los habitantes del planeta por igual? 

Pareciera que la responsabilidad de poner en riesgo la vida en el planeta es igual para los habitantes de la cordillera que resisten la minería a cielo abierto que la de Peter Munk, la cabeza de la Barrick Gold –corporación minera surgida de los dineros del Irán-Contras-; o es comparable la responsabilidad del Gobierno que le abre las puertas del país a Monsanto con la que la de miles de muertos y enfermos de cáncer por las consecuencias de los pesticidas; o es la misma responsabilidad la que tienen los indios Qom, con la que tienen quienes los expulsan de sus tierras para avanzar desesperadamente en acrecentar la renta sojera. 

Hasta suena ridículo que cuando estamos en medio de una desigual batalla por conservar los espacios verdes en la provincia de Buenos Aires, enfrentando a un gobierno que privilegia los negocios por sobre la salud de millones de bonaerenses, se descuelguen con el concepto de las “ciudades verdes”. 

El planeta es nuestra Madre Tierra, no porque lo declare una perimida organización internacional que responde a los intereses del capitalismo mundial, que no es capaz de detener las agresiones que sufren los pueblos a diario, sino porque así lo hemos aprendido de los pueblos originarios de este continente. 

Es por esta realidad que debemos modificar el sentido formal de esta recordación de las Naciones Unidas, y aprovechar para denunciar a los responsables del genocidio al que se somete a los pueblos del mundo apelando a la palabra mágica del progreso. 

Los planes de acumulación de los centros de poder mundial no tienen nada que ver con el progreso, sino por el contrario son expresión de la peor regresión que sufre la humanidad. 

Por ello, seguiremos levantando el concepto del Buen Vivir, que es poner en relación permanente la naturaleza con los hombres y mujeres que habitamos este planeta. Hoy más que nunca debemos defender la tierra ante el embate de los intereses de las multinacionales, el gran capital y sus socios nativos. En todo caso que sirva la fecha de la ONU para impulsar esta batalla.

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